Un grupo de científicos fue premiado con los galardones Ig Nobel este jueves, una ceremonia que destaca los estudios más inusuales e imaginativos, respondiendo a preguntas que la mayoría nunca se hubiera planteado. Estos premios, cuyo propósito es hacer que «la gente ría y luego piense», no tienen relación con los Premios Nobel, pero tienen como objetivo despertar el interés por la ciencia, medicina y tecnología a través de descubrimientos que, a primera vista, parecen absurdos.
Entre los avances más llamativos, uno de los equipos descubrió que algunos mamíferos pueden respirar por el ano. Esta investigación, encabezada por los japoneses Ryo Okabe y Takanori Takebe, sugiere una posible alternativa para proporcionar oxígeno a pacientes críticos en situaciones de emergencia, como ocurrió durante la pandemia de covid-19, cuando hubo escasez de ventiladores y dispositivos médicos.
Otro de los estudios galardonados reveló que lanzar una moneda al aire no garantiza que tenga la misma probabilidad de caer en cara o cruz. Un equipo europeo realizó más de 350 mil lanzamientos y demostró que las monedas tienen tendencia a caer del mismo lado desde donde fueron lanzadas. Esta investigación, que les otorgó el premio en probabilidad, rompe el mito común de que ambos resultados son igualmente probables.
Los premios, que celebran los logros más extravagantes, también reconocieron el trabajo de James C. Liao, quien ganó en la categoría de física por demostrar cómo nada una trucha muerta. Según su estudio, la forma en que se mueve un pez muerto en el agua podría ofrecer pistas sobre el flujo de corrientes y el comportamiento de los cuerpos en medios líquidos.
En la botánica, Jacob White y Felipe Yamashita sorprendieron al descubrir que algunas plantas reales parecen imitar la forma de plantas de plástico cercanas. Este hallazgo les hizo acreedores del premio en su categoría, y aunque puede parecer increíble, sugieren que esta conducta podría estar relacionada con la evolución y la competencia por recursos. Otro de los galardones fue otorgado a título póstumo al psicólogo estadunidense B.F. Skinner, quien durante su vida intentó entrenar palomas para guiar misiles durante la Segunda Guerra Mundial. Este curioso proyecto le valió el premio de la paz, reconociendo sus esfuerzos por combinar la ciencia conductual con la tecnología bélica.
La ceremonia, que se caracteriza por su informalidad, incluyó varias presentaciones en vivo para ilustrar algunos de los experimentos. Entre los más peculiares estuvo la demostración de un estudio que involucraba la explosión de una bolsa de papel junto a un gato que estaba sobre el lomo de una vaca, con el objetivo de comprender cómo y cuándo las vacas arrojan su leche. Este proyecto, encabezado por Fordyce Ely y William E. Petersen, fue reconocido en la categoría de biología.
Otro momento destacado fue cuando un equipo holandés-francés explicó en vivo cómo utilizaron la cromatografía para diferenciar entre gusanos intoxicados y gusanos sobrios, lo que les valió el premio en química. El profesor Sander Woutersen, uno de los líderes del equipo, recibió el galardón acompañado de un enorme gusano de peluche.
Los ganadores del Ig Nobel recibieron sus premios de manos de verdaderos laureados del Nobel. Sin embargo, los galardones no son tan lucrativos como los de la Academia Sueca. En lugar de millones de dólares, los premiados recibieron un billete de 10 billones de dólares de Zimbabue, actualmente obsoleto, y una caja transparente que contenía objetos relacionados con la «Ley de Murphy», el tema de este año. Siguiendo el espíritu de la ceremonia, la caja estaba «casi imposible de abrir», según señalaron los presentadores, y faltaban algunos de los artículos prometidos.
A pesar de lo inusual de estos estudios, todos reflejan el objetivo del Ig Nobel: hacer que el público se ría, pero también que reflexione sobre las curiosidades y complejidades del mundo científico.