Desde hace dos años, las mujeres en Afganistán no pueden asistir a la escuela secundaria ni a la universidad, impactando no solo su futuro, sino también su salud mental. Esta prohibición ha dejado a una generación de mujeres en un estado vulnerable, agravando la crisis humanitaria en el país.
Un retroceso inesperado
Cuando los talibanes volvieron al poder, inicialmente prometieron que tanto niñas como niños regresarían a las aulas. Sin embargo, en el último momento cambiaron de opinión y solo permitieron la entrada a los hombres. El argumento fue que necesitaban tiempo para adaptar los contenidos a la ley islámica o sharia. Este cambio de rumbo ha hecho de Afganistán el único país en el mundo sin educación femenina.
Las cifras hablan
Antes de la toma de Kabul por parte de los talibanes, más de 4 millones de mujeres estudiaban en Afganistán. De estas, 1,2 millones eran alumnas de educación secundaria y superior, según datos del Ministerio de Educación del curso 2020-2021.
Efectos más allá de la educación
La falta de acceso a la educación ha desencadenado un deterioro en la calidad de vida de las mujeres afganas, complicando aún más su supervivencia y libertad de movimiento. «Los talibanes han tratado de marginar a las mujeres y las niñas y borrarlas de prácticamente todos los aspectos de la vida pública», dijo la activista afgana Nahid Noori a EFE.
Un futuro incierto
Expertos y activistas advierten que el mayor problema no es solo la prohibición actual, sino el futuro de Afganistán. Con los talibanes imponiendo su ideología extremista, es probable que el país produzca generaciones que perpetúen estos valores.
Deterioro mental irreversible
«Esto es una catástrofe para las mujeres afganas. Psicológicamente en el futuro tendremos familias y sociedades anormales», afirmó la profesora Shiba Raufi. Muchas niñas y mujeres han sufrido problemas psicológicos debido a la falta de acceso a la educación y la constante opresión.
Abandonando sueños
Nazo Kharoti, una adolescente de 16 años, compartió su desilusión: «Poco a poco nos vamos olvidando de nuestros sueños». Mientras tanto, otra adolescente llamada Hela (que significa ‘Esperanza’) dijo: «Soñaba con ser piloto», pero ahora se encuentra preparando bolani, un tipo de pan frito, para ayudar a su familia.
En este oscuro panorama, las mujeres en Afganistán enfrentan una lucha cuesta arriba por sus derechos y su bienestar, con efectos que pueden durar generaciones.