Nada como una tarde nublada en México para que The Cure —desde su país natal— regale a sus fans tres horas de clásicos y nuevas canciones como parte del lanzamiento de su disco Songs Of A Lost World.
Ayer, el escenario del Troxy en Londres se convirtió en uno mundial en donde tres mil personas de manera presencial, y un promedio de 65 mil de forma remota en su canal de Youtube, se unieron a la fiesta de la banda británica en donde hubo de todo un poco y el mundo fue testigo de por qué sigue vigente.
The Cure no necesita nada más en el escenario más que a The Cure y un diseño de iluminación bastante teatral para crear atmósferas y llevar a viajes sonoros de colores que van vistiendo cada una de las canciones que tocan.
Y como debía ser, el celebrado Songs Of A Lost World, el álbum que tardaron 16 años en lanzar, fue el primero en aparecer en el repertorio. Las ocho canciones que componen esta nueva producción aparecieron una a una en la voz de Robert Smith, el bajo de Simon Gallup, los teclados de Roger O’Donnell, la guitarra de Reeves Gabrels, la batería de Jason Cooper y las cuerdas de Perry Bamonte.
De las ocho canciones, cinco ya habían sido tocadas en vivo a lo largo del Tour Of A Lost World: Alone, And Nothing Is Forever, A Fragile Thing, I Can Never Say
Goodbye y Endsong. Pero Warsong, Drone:Nodrone y All I Ever Am tuvieron su debut en vivo… y el público las recibió como viejas conocidas.
En el segundo bloque de la noche —en Londres, tardeada en México— llegó ese momento de los grandes hits, esos que los consagraron como la banda británica que conquistó el mundo con su oscuridad y su look gótico copiado por muchos… jamás igualado.
Así llegaron Plainsong y Pictures Of You, y si bien en la pantalla del canal de YouTube se veía que la gente estaba emocionada de poder cantar y bailar con los británicos, los mensajes en el chat del streaming eran imposibles de leer por la rapidez con la que pasaban, pero todos, en su mayoría, estuvieron plagados de ovaciones, corazones y alabanzas para la banda.
High y Lovesong le siguieron en el repertorio que se iba calentando cada vez más y más para los viejos y nuevos fans, y era una obviedad que eso sucediera, The Cure ha acompañado a por lo menos cinco generaciones en su vida, poniéndole música mágica en la escala de colores y grises.
Burn, Fascination Street, A Night Like This, Push e In Between Days emocionaron a todos dentro del Troxy y en sus casas, oficinas, cafeterías o donde sea que pudieran ver el concierto, The Cure no decepciona, ¡nunca! Just Like Heaven le recordó al mundo que el amor existe más allá del tiempo. From The Edge of The Deep y Disintegration, con sus colores y profundidades, le dieron sólo un respiro a la audiencia que quería más.
Entonces, después de una mínima pausa que parecía sería el encore, Smith y compañía regresaron al escenario para complacer a sus recalcitrantes fans con temas como At Night, M, Secrets —canción que no habían tocado desde 2011— y A Forest.
Pero esto no se acaba hasta que las luces se encienden, por lo que la oscuridad reinaba en el Troxy cuando la banda volvió a tomar sus lugares y llegaron las canciones que por nada en el mundo podían dejar de tocar.
Si, era el último tramo, pero uno de los más emblemáticos que abrió con Lullaby, dándole paso a The Walk, dos canciones que en las bocinas de los dispositivos se alcanzaba a escuchar al público cantar, cosa que se hizo aún más notoria cuando Friday I’m In Love y Close To Me, le arrebataron la garganta a los presentes.
Y con ese ritmo rápido que la caracteriza llegó Why Can’t I Be You? ese himno de 1987 que hizo a muchos saltar y bailar en el recinto y seguro frente de su computadora. “Creo que ya nos quedamos sin tiempo”, dijo Smith al público —algo que no es raro en la banda que se clava tanto que sobrepasa sus propios tiempos planeados— a quien le dio la última estocada de la cura con Boys Don’t Cry.