Por Yuriria Sierra.
Ya bastante irritante resulta ver que, en casi todo el mundo, hay políticos que consideran que el poder es una posesión que podrían legar en su testamento. O mejor aun: en vida. Pero lo peor es constatar que lo genéticamente hereditario es el cinismo y la caradura. Y será prejuicio, o será el sereno, pero ¿qué opinión le merece, amable lector, que el hijo de Ángel Aguirre no sólo pretenda llegar a la candidatura que puede llevarlo a la alcaldía de Acapulco, sino que asegure que ni él ni su papá “tienen nada que esconder”? Claro, como el estado de Guerrero no tiene, ni tuvo, media bronca durante los años que su señor padre estuvo al frente del Ejecutivo local.
Y bueno, la historia es de todos conocida: dejó el cargo hasta que el PRD se lo exigió porque, como partido, calculó que los costos de la tragedia y el escándalo asociados al tema de Iguala los podía transferir al Gobierno Federal si sacaba a la ficha más “incómodamente caliente” (Aguirre) del tablero de la repartición de culpas. Y la apuesta le salió casi perfecta al PRD. Desde entonces las dianas del reclamo y la indignación apuntan hacia Los Pinos, y no hacia quienes son los verdaderos responsables del desastre guerrerense. Aguirre, de ser encubridor del matrimonio Abrarca–Pineda (entre muchos otros asuntos que se le deben reclamar), pasó a ser el elector en las sombras con cuyo beneplácito debe contar el candidato de su partido, a juzgar por las fuertes y valientes declaraciones hechas hace unas semanas por el senador Ríos Piter. Así, el exgobernador Aguirre Rivero tan tranquilo y tan impune en casita, seguramente preparando, entre otras cosas más, pancartas en apoyo a su delfín, en caso de que llegue a la candidatura. Y el hijo, Ángel Aguirre Herrera, tiene clarísimo quién será su coordinador de campaña:
“El nombre de Ángel Aguirre Rivero en la mayor parte de la población de Guerrero está limpio. Siempre me voy a sentir orgulloso de ser hijo de Ángel Aguirre Rivero”, ha declarado. Orgulloso, sí, orgulloso. Más allá del amor filial, alcanzo a percibir que, simplemente, el fruto nunca cae lejos del árbol. El cinismo también habita en los cordones del ácido desoxirribonucleico (o sea, en el ADN). Pobre Guerrero y sus dinastías…
En fin, Lorenzo Córdova, presidente del INE, anunció que se hará todo lo posible para que la elección del próximo 7 de junio se realice con normalidad en el estado. Así de complicadas están las cosas; pero claramente hay quienes se sienten “orgullosos” de todo el horror, de todo lo innombrable, de toda la pestilencia que han dejado a su paso. Pero al fin su pestilencia, si el baño es de la familia, qué más da el olor a heces en el aire y en sus cañerías. Posiblemente porque es lo único que su olfato ha percibido a lo largo de una entera vida…
Addendum. Como lo habíamos escrito aquí hace varias semanas, o más bien meses. Una de las posibilidades se hizo ya una realidad: los restos encontrados en el basurero de Cocula, que fueron enviados para su análisis a Austria, no presentaron suficiente material genético para su estudio. Nos queda sólo la identificación de Alexander Mora, de quien sí se tuvo certeza de su identidad gracias a una pieza dental. De los otros 42 estudiantes no tenemos nada y tal vez no tendremos. Una última posibilidad se asoma, aunque ello lleve a la destrucción de los restos, por el tipo de estudio al que serán sometidos. Decíamos entonces y repetimos ahora: el peor de los escenarios era el de la certeza de la muerte, sin las pruebas contundentes de la muerte. Y es que los 42 restantes ya se convirtieron en la inevitable bandera para intentar someter al Estado mexicano y todas sus instituciones…