Por Rogelio Rodríguez Mendoza.
“A todo santo le llega su hora… y la de Cabeza de Vaca ya huele a encierro”. Así arrancó la diputada morenista Lucero Martínez López su ofensiva desde tribuna, en una sesión ordinaria que se convirtió en auténtico paredón político contra el exgobernador panista.
La chispa la encendió el diputado y coordinador de la bancada del PAN, Gerardo Peña Flores, al presentar un exhorto para que el gobernador Américo Villarreal Anaya aclare el contrato por 23.2 millones de pesos con un despacho jurídico.
Pero lo que pretendía ser un llamado a cuentas, acabó como combustible para que Morena y sus aliados prendieran fuego… al pasado.
Desde el primer momento los morenistas exigieron discusión inmediata de la iniciativa de punto de acuerdo, sin pasar por comisiones. Y cuando la presidenta de la Mesa Directiva, Cynthia Lizabeth Jaime Castillo, abrió el micrófono, Lucero Martínez López subió respaldada por toda la bancada guinda y las de sus aliados del PT y PVEM. No iba a defender un contrato: iba a exorcizar a un sexenio completo.
De entrada, aclaró que el contrato con Olea y Asociados: no es ilegal, no es opaco y no tiene nada de personal. “Se contrató por una suma fija y transparente, para defender al Estado en procesos federales donde se ventilan actos de corrupción. No hay un solo peso público en pleitos partidistas o personales”, subrayó.
Y añadió: “Aquí lo que hay es una manipulación vil de la información, una tergiversación dolosa de los hechos, típica del manual de propaganda del exgobernador prófugo. Porque así opera Cabeza de Vaca: ensucia el debate público, fabrica escándalos y luego se esconde detrás de medios afines y jueces vendidos”.
La legisladora no titubeó: calificó de “cínica” la acusación panista de que el gobierno estatal desvió recursos para litigar asuntos personales. “Quien la repite, miente con dolo. Quien la difunde, busca confundir. Y quien la inventó… protege a un prófugo de la justicia”, soltó con voz firme.
Y luego culpó al exgobernador de estar atrás de la acusación,
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“Cabeza de Vaca es el rostro de todo lo que queremos erradicar: el saqueo, el cinismo, la impunidad…” acusó Martínez López, al recordar que durante su gobierno se esfumaron más de mil millones de pesos, mientras hospitales, escuelas y carreteras se caían a pedazos.
La morenista no se guardó nada. Aseguró que el exgobernador instauró un sistema de corrupción institucionalizada, desde donde operaba redes de desvío de recursos, protegía a operadores financieros, y compraba complicidades tanto en los tribunales como en los medios.
“Ese es el verdadero escándalo”, sentenció. “Un hombre que hoy litiga desde el extranjero, que financia su defensa con dinero de origen oscuro, y que ha intentado manipular a la justicia con millones en el bolsillo y una red de impunidad tejida con moches y favores.”
Luego vino el listado negro: contratos con empresas fantasma, obras inexistentes, litigios por WhatsApp, defensas pagadas con millones de pesos a despachos de élite como Coello Trejo, y —según la oradora— hasta estimaciones de “moches judiciales” por más de 100 millones de pesos.
Mientras tanto, desde su curul, Ismael García Cabeza de Vaca —hermano del aludido— solo sonreía. Y resistía con la piel dura del que ya ha aprendido a vivir en el centro de la tormenta sin parpadear.
Y al final, cuando la iniciativa del PAN se fue a pique con el voto mayoritario, Lucero cerró como había empezado:
“Que disfrute su libertad prestada… porque su celda ya lo está esperando.”
El discurso fue menos jurídico que político, menos técnico que simbólico. Fue un juicio sumario desde tribuna, con la bancada guinda como jurado, y Cabeza de Vaca como el ausente omnipresente.
Y funcionó. Ningún panista volvió al micrófono. La iniciativa quedó desechada. Y el Congreso se quedó, una vez más, como escenario de trincheras, donde se legisla, sí… pero también se factura con discurso.