Por Rogelio Rodríguez Mendoza.
La supuesta disminución de homicidios en el país no es sinónimo de paz. Es, en muchos casos, una simulación. La reducción en las estadísticas de asesinatos no responde a una mejora en las condiciones de seguridad, sino a una estrategia deliberada de manipulación que permite al gobierno sostener una narrativa de pacificación que dista mucho de la realidad.
Así lo denunció la organización no gubernamental, “México Evalúa” a través de su sitio de internet, donde advierte además que, el objetivo de fondo es ocultar la realidad vigente en el país en materia de inseguridad pública.
“La reducción artificial silencia lo esencial: la verdadera cifra de la violencia se esconde en fosas clandestinas, no en los registros oficiales. Tan sólo en el sexenio pasado se documentaron 2 mil 864 fosas a lo largo del país, y desde 2007, la cifra rebasa las 5 mil 600” detalló.
La mayoría no fueron descubiertas por las autoridades, sino por madres buscadoras… o perros hambrientos. Son cifras que no aparecen en los conteos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), pero que deberían estremecer cualquier conciencia.
La violencia se ha sofisticado en su invisibilidad. Los grupos criminales entendieron que los cuerpos a la vista generan presión social y mediática, y por ello optaron por desaparecerlos. Ya no es necesario colgarlos de puentes. Basta con enterrarlos lejos del ojo público. Así, la ausencia de cadáveres visibles se traduce en una ilusión de seguridad que las cifras oficiales están dispuestas a sostener.
La ONG advierte que los datos de homicidio doloso —considerados por el gobierno como el principal indicador del crimen violento— son profundamente inexactos. Provienen de carpetas de investigación iniciadas por fiscalías estatales carentes de recursos y capacidades, en un entorno institucional debilitado por recortes, corrupción y descoordinación. En ese contexto, resulta común que asesinatos sean mal clasificados como “otros delitos contra la vida”, o que ni siquiera se investiguen.
Diversos estudios han detectado patrones sospechosos: en varias entidades, la disminución de homicidios coincide con el aumento de desapariciones y de delitos clasificados de forma ambigua. Es una manipulación técnica, sí, pero con fines claramente políticos. Sirve para justificar la militarización de la seguridad pública, fortalecer la narrativa de éxito del régimen y, en estos tiempos, incluso contrarrestar el discurso antimexicano de figuras como Donald Trump.
Frente a esta farsa estadística, los datos oficiales deben dejar de ser aceptados como verdad inamovible y empezar a ser analizados con sentido crítico. Hay que contrastarlos con cifras de desapariciones, explorar sus inconsistencias y, sobre todo, formular nuevas preguntas que permitan visibilizar a las víctimas, desenmascarar la violencia estructural y construir políticas públicas basadas en la transparencia y la rendición de cuentas. Porque la paz no se logra ocultando la sangre, sino enfrentando con honestidad lo que ocurre bajo tierra.