Luis Ángel Malagón es parte de los inmortales del América. En dos años forjó un tricampeonato que lo coloca, a sus 27 años, entre las leyendas del arco azulcrema.
El originario de Zamora, Michoacán, ha conseguido seis títulos como americanista: tres de Liga MX, una Campeones Cup, un Campeón de Campeones y una Supercopa MX.
¡No, no! Hasta el día que me retire (ser una leyenda)”, dice rápidamente al escuchar el nombre de Héctor Miguel, héroe de la Final del Siglo contra las Chivas, en 1984. “De Zelada, no tuve el gusto de verlo jugar, pero he convivido con él. Estoy en un lugar que no me esperaba”.
En la memoria colectiva del americanismo también resaltan Adrián Chávez, con ocho títulos con el América; el argentino Agustín Marchesín que dejó huella con tres (Liga MX, Copa MX y Campeón de Campeones), mientras que Adolfo Ríos lo hizo con dos (Liga y Copa de Gigantes Concacaf).
Otros nombres relevantes como Moisés Muñoz (par de títulos Liga Mx y una Liga de Campeones Concacaf) y Guillermo Ochoa (Liga MX y Campeón de Campeones), este último, importante para Malagón.
Memo es mi carnal, lo admiro, me tocó verlo jugar, su frialdad en momentos difíciles como jugador, como atajador sabemos cómo es, pero como persona es mejor. Más vale un consejo que un par de monedas y el señor me dio un par de consejos que cambiaron mi vida, mi historia, todo, porque fueron momentos difíciles”, describe por lo aprendido de Memo desde la Selección Mexicana.
LA COSTUMBRE DE GANAR
Y va por más. En el América el éxito no sólo es un grito de guerra. Es un instinto adherido en el ADN de portar la camiseta de las Águilas, refiere Malagón.
Es una escalera que no tiene fin, el ADN de este equipo es grandeza. A los muchachos les decía antes del partido (final de vuelta contra el Monterrey) que no sabía si era la última vez que estábamos juntos, pero había que entregarse en cuerpo y alma. Es algo que te hace trabajar y querer más y más”.
Antes del América hay un largo recorrido de sudor y lágrimas. Sus manos son el testimonio. Callosidades que le dejó desde adolescente el trabajo del campo y de cargador en un mercado de su pueblo natal. Fue su modo de ayudar a su familia y solventar los gastos de sus entrenamientos.
Tengo mis defectos y como persona no soy un santo, pero sí de buen corazón. Con que mis papás (Araceli y Miguel Ángel) me quieran, estoy bien”, añade con su distintivo, la humildad.
Desde abajo, contra todo, incluso sobreviviente tras un diagnóstico nada favorable por padecer diabetes de nacimiento, según lo relatado por su madre en entrevistas pasadas, Luis Ángel Malagón llevó del peso de costales a volar con espectaculares atajadas.
A la gente que trabaja y es buena, le va bien. A veces parece que no ves la luz, pero todo se acomoda”, reitera con fe.