La espera terminó para los seguidores de Paul McCartney, para aquellos que han escuchado su música desde hace 68 años y para quienes, aun siendo niños y adolescentes, la reconocen como parte de su soundtrack de vida, gracias a sus padres, abuelos, maestros y amigos.
El compositor, cantante, músico y pacifista británico tiene 82 años, pero al salir con su guitarra al escenario del Estadio GNP con su Got Back Tour, ante 57 mil 389 personas, según cifras de los organizadores, parece un muchacho que acaba de crear su primera canción y que quiere compartirla con quien pueda escucharlo.
Así, los fans, ataviados con sombreros, boinas, chamarras de cuero y tenis, o bien con los trajes de colores brillantes cual la portada del octavo disco de The Beatles, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, acudieron al recinto para, tras derrotar al terrible tráfico de la Ciudad de México, encontrarse con su ídolo de todas las vidas.
Y las luces se apagaron a las 21:13 horas y el griterío no se dejó esperar. No importó el asiento asignado, todos se levantaron y los asientos se quedaron ahí, esperando a ser ocupados, por algún momento decansancio.
Y empezó la nostalgia a brotar con Can’t Buy Me Love, directo desde la historia musical de la afamada banda de Liverpool hasta un Paul McCartney en solitario, pero no en soledad, bien acompañado por su público de México en este 2024.
Llego de Junior’s Farm, una canción que hizo con Wings, y enseguida el saludo en español.
¡Hola, México! ¡Qué onda, chilangos!”, dijo y todos alabaron que optara por el español.
Letting Go siguió en el repertorio.
¡Gracias! Esta noche voy a intentar hablar un poquito de español. Está padre estar aquí de nuevo. ¡Padrísimo!”, dijo de nuevo en español para manejar su instrumento en Drive My Car.
Thank you! ¡Muchas gracias México!”. Y así como él agradeció, la gente también, en cada momento.
Got to Get You Into My Life fue la antesala de otro agradecimiento.
“Esta noche vamos a cantar canciones viejas nuevas y las que están en medio”.
Así sonó Come On To Me, antes de que se quitara el saco, tras el chiflido, cual cumplido, de los presentes, y cambiara de guitarra.
Tras un “¡Ole, ole, Sir Paul!, llegó todo un espectáculo de luces en el cielo, hecho de drones, con Let Me Roll It. Corazones y diversas figuras de colores iluminaron la velada y los ojos de los cientos de personas que disfrutaron de tal fiesta.
Más tarde, recordó a Jimmi Hendrix al tocar la guitarra como el apasionado músico que ha sido toda su vida y, tras Getting Better, se sentó al piano para hacer volar a los tantos oídos ahí reunidos. Así sonó enseguida Let’ Em in, mientras en la pantalla frontal, banderas multicolor y personas con tales colores, recorrían las calles del mundo.
Gracias. Esta canción la escribí para mi maravillosa esposa. Está entre ustedes esta noche”, explicó y dibujó un corazón con las manos buscándola con la mirada, como un adolescente recién enamorado, para My Valentine.
Nineteen Hundred and Eighty Five dio el paso triunfal a Maybe I’m Amazed, que resonó por todas las esquinas del Estadio GNP Seguros.
Tomó de nuevo la guitarra y antes de tocar la siguiente hizo el comentario chilango: ¡Qué chido lido!”, que, desde luego, todos entendieron como esa expresión del barrio que dicta lo espectacular.
MUCHAS MEMORIAS
Tras I’ve Just Seen a Face, Sir Paul McCartney contó una historia.
Vamos a regresar en el tiempo muy atrás, cuando estábamos en Liverpool. Hubo cuatro voces que grabaron la siguiente canción. Ésta es la primera rola de The Beatles”. Su relato, de cuando aún eran The Quarry Men, antes de The Beatles, dio paso a In Spite of All the Danger.
Vamos de Liverpool a Londres a los Abbey Road Studios con George Martin. Es la primera canción que grabamos”. Y llegó Love Me Do con una alegría más que contagiosa, como una vacuna para la tristeza.
Dance Tonight con su banjo, vino el momento de llorar y evocar a la ley de vida con Blackbird.
Esta canción la escribí para mi querido cuate John (Lennon)”, y la memoria se desbordó en Here Today.
Tras otro “¡Ole, Ole, Sir Paul, Sir Paul!”, que él mismo acompañó en una improvisación con su guitarra, el recorrido no paró y la energía pareció explotar, como rayos artificiales.
Now and Then, New, Lady Madonna, Jet y Being for the Benefit of Mr. Kite! sonaron una tras otra y con Something, con un arreglo peculiar en el que empezó con una pequeña guitarra y después sus músicos se unieron, tuvo dedicatoria a “su carnal” George Harrison. “¡Qué chido!”, exclamó ante la respuesta de su gente.
Todos se unieron al unísono de Ob-La-Di, Ob-La-Da, una celebración y así los clásicos se adueñaron de la noche desde Band On The Run, Get Back y Let It Be, en la que las cientos de luces de los celulares adornaron el Estadio.
Pero lo más espectacular en cuanto a producción vendría con Live and Let Die donde música y fuegos artificiales al cielo y sobre el escenario bailaron e hicieron todo un show del cierre del concierto, dejando a todos boquiabiertos, más que emocionados y con la mirada casi sin parpadear para no perder detalle.
Hey Jude fue la última canción formal y con ella, Sir Paul dirigió a los asistentes, como su coro personal. Los hizo cantar por voces, hombres y luego mujeres, juntos y luego con el piano acompañando a todos, incluso a él mismo. La ovación fue explosiva y McCartney también aplaudió a su público, en un acto de generosidad y con el carisma que lo ha caracterizado para con sus apasionados seguidores.
Bajó del escenario, pero no podía irse así como así, aunque eran las 23:23 horas.
El griterío para que volviera funcionó y Paul salió de nuevo, con una bandera de México que ondeó entre las manos, lo que fue un abrazo a los corazones ahí presentes.
¿Quieren más? Ok. Esta canción es muy especial para mí”, y I’ve Got A Feeling se apoderó del lugar, para abrirle paso a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y Helter Skelter.
Muchas gracias. Ya nos tenemos que ir”, dijo y la respuesta rotunda fue “No”, pero él replicó con un “Sí, es hora de irnos”. Y en todo lo alto, como si recién empezara, cantó Golden Slumbers para decir adiós a las 23:45 horas.
¡Son la neta, México!”, y salió bailando, mientras fuegos artificiales en verde, blanco y rojo eran expulsados y dejados en otra memoria más de Paul McCartney.