Por ROGELIO RODRIGUEZ MENDOZA.
Cuentan nuestros ancestros que en el pasado la palabra era ley. La honorabilidad de la persona se media en función del respeto que le diera a los acuerdos verbales que asumía ante el prójimo. No se necesitaban contratos escritos ante Notario Público, o ante un Juez, para garantizar el cumplimiento de los compromisos asumidos.
Alguien que no cumplía su palabra empeñada era víctima de un rechazo social, y jamás de los jamases podía llegar a ser una persona confiable.
“Fulanito es un hombre de palabra”, se decía, para avalar la honorabilidad y confianza de una persona.
Lamentablemente, hoy los tiempos son otros. Hoy nadie confía en nadie. La palabra como aval personal no existe. Por eso, cuando alguien dice: “te doy mi palabra de que…”, simplemente no creemos.
Le cuento de ello porque, durante el desarrollo de las campañas políticas hemos venido escuchando con bastante recurrencia que el discurso de muchos de los candidatos, en particular de los presidenciables, está plagado de esa expresión tan conocida en el México del pasado, de, “les doy mi palabra…”
Por ejemplo, éste miércoles reciente, en Tampico, ante miles de simpatizantes, el candidato de la alianza, “Por México al Frente”, Ricardo Anaya Cortés, ofreció su palabra como garantía de que cumplirá su promesa de acabar con la inseguridad pública.
“Les doy mi palabra de que Tamaulipas tendrá paz y tranquilidad”, le dijo a una multitud reunida en la explanada del Centro de Convenciones de Tampico.
Otro que también ofrece su palabra como aval de sus dichos es Andrés Manuel López Obrador, cuando en uno de sus spots más difundidos asegura que, “no habrá más gasolinazos”.
Así podríamos consumir este espacio para enlistar a todos aquellos candidatos que recurren al, “les doy mi palabra…” en un intento inútil de ganar credibilidad ante el electorado.
Lamentablemente, como le decía, hoy el empeño de la palabra no sirve, y menos en política, porque hay un convencimiento social, casi unánime, de que los políticos no son dignos de confianza.
Bajo esa situación, bien harían los candidatos en dejar a un lado esa frasecita porque casi nadie, por no decir que nadie, cree en el valor de la palabra empeñada.
EL RESTO.
OTRA VEZ LA MAESTRA.- La maestra Magdalena Peraza volvió a las andadas.
Es así porque, al menos en el sur del Estado se da como un hecho de que la alcaldesa de Tampico competirá en la elección solamente para allanarle el camino al panista, Jesús, “Chucho”, Nader.
Nos aseguran que de ello habrá evidencia tan pronto y arranquen las campañas éste próximo lunes.
Eso daría validez al dicho aquel de que, “quien traiciona una vez, traiciona siempre”. No hay que olvidar que, ya una vez Doña Magda traicionó al PRI, cuando dejó sus filas para cobijarse con el PAN cuando ganó la alcaldía porteña por primera ocasión,
La de Magdalena será más o menos la misma receta que aplicará el alcalde capitalino, Oscar Almaraz Smer, quien competirá para perder.
De ese tamaño anda la situación en el tricolor tamaulipeco.
La gran pregunta es: ¿hasta dónde está enterado de los hechos el dirigente estatal del PRI, Sergio Guajardo Maldonado?.
ASI ANDAN LAS COSAS.
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