La ciudad costera de Odesa, que una vez albergó a más de tres millones de turistas anualmente, ha visto caer drásticamente sus cifras de visitantes debido a la invasión rusa. La reciente reactivación del bloqueo ruso a los puertos de la ciudad está estrangulando la economía local y el sector turístico por segundo año consecutivo.
Los visitantes que se atreven a viajar a Odesa enfrentan peligros de misiles, minas y la contaminación del agua causada por la destrucción de la presa de Kajovka. Los residuos arrastrados por las inundaciones desde el río Dniéper aumentan el riesgo para los turistas.
A pesar de la señalización que prohíbe nadar, la playa en Arcadia, un centro popular de entretenimiento, sigue atrayendo a personas que buscan un respiro del constante estado de alerta. Sin embargo, la playa no está tan concurrida como en las temporadas pico de años anteriores.
«¿Qué diferencia hay entre estar en Odesa o en Kiev si Rusia puede matarnos en cualquier sitio?», pregunta un visitante reciente, reflejando la sensación de que no pueden poner sus vidas en pausa, a pesar de la invasión.
A pesar de que las redes antiminas se instalaron en algunas playas para prepararse para la temporada de baño, muchas de ellas están oficialmente cerradas al público debido al riesgo de minas y la contaminación del agua. Esta situación ha obligado a muchos negocios locales a cerrar, y el turismo, vital para la economía local, ha disminuido significativamente.
Las playas en regiones más alejadas de Odesa están aún más afectadas, permaneciendo cerradas y vigiladas por el ejército desde el inicio de la invasión. Los ataques rusos han destruido hoteles y edificios residenciales en destinos turísticos como Zatoka y Sergiivka.
Los propietarios de negocios y residentes de la región se mantienen a la espera de un cambio en la situación, sobreviviendo con sus ahorros o trabajos alternativos mientras añoran el regreso del turismo que una vez fue el pilar de la economía local.