Por ROGELIO RODRIGUEZ MENDOZA.
El fracaso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en materia de inseguridad pública es una realidad aplastante.
Quedó muy lejos la promesa que AMLO tanto repitió en campaña electoral, cuando en ese afán desesperado por ganar la elección presidencial nos vendió a los mexicanos la idea de que se encargaría de pacificar el país en un dos por tres.
Hoy, cuando su gobierno casi va de salida, vemos que el gobierno de la “Cuarta transformación” no solamente no pudo cumplir su compromiso, sino que agravó mucho más la situación de inseguridad pública.
Suman ya casi 150 mil los muertos durante su gobierno, y de acuerdo al promedio anual de homicidios se estima que la cifra al final del sexenio terminará rondando los 200 mil asesinatos, muy por encima de los 156 mil 437 que se registraron en los seis años de gobierno del priista Enrique Peña Nieto.
Lo peor de todo es que, a pesar de ese terrible fracaso, el gobierno lopezobradorista insiste, tercamente, en mantener su absurda estrategia de “abrazos, no balazos”.
Por eso, le doy toda la razón a legisladores, como Gerardo Peña Flores, cuando arremeten duramente contra el gobierno federal morenista al señalar que: “no se puede esperar abatir el problema de inseguridad y violencia en el país atendiendo solamente las causas de origen porque con esa estrategia se llevaría generaciones enteras para sentir el cambio”.
Precisamente en esa terquedad de querer combatir solamente las causas y no los efectos es donde se ha gestado el fracaso de la política anticrimen de López Obrador. En su necedad, desoyendo a los expertos y al sentido común, el presidente sigue creyendo que atacando la pobreza, reforzando la educación, y dándole dinero a los jóvenes, bastará para que llegue el momento en que la violencia delincuencial disminuirá.
Absurdo creer que así será. Para frenar a los grupos criminales que tienen a medio país viviendo una pesadilla de terror, el gobierno debe atacar las causas pero también los efectos, y para ello es prioritario reforzar en equipamiento e infraestructura a las corporaciones policiales.
“Es fundamental que se invierta en equipamiento e infraestructura que les permita a los elementos de seguridad enfrentar en igualdad de circunstancias al crimen organizado, así como módulos de seguridad y paradores seguros en las carreteras, que permitan recuperar los territorios perdidos” advierte el panista Peña Flores.
Y añade: “Además debe haber inversión en inteligencia e instituir severos castigos para los políticos que pactan con los criminales entregándoles lo más sagrado, las llaves de sus territorios, con tal de ganar elecciones a costa de la seguridad y la libertad de todos nosotros y de todos los mexicanos”.
Lamentablemente, no hay forma de convencer de su error al presidente López Obrador, para quien la única verdad válida es la suya, lo que significa que difícilmente habrá una variación en la política anticrimen durante este y el siguiente año.
Lo único que nos queda es esperar que el próximo presidente de la república, sea alguien con más inteligencia, menos arrogancia, y sobre todo con más sentido común. Si es así tendremos una luz de esperanza de que las cosas mejorarán para el país.
EL RESTO.
Por cierto, en el debate local está tomando fuerza la posibilidad de “revivir” la Policía Preventiva Municipal.
Nosotros somos de la corriente que apoya la propuesta. Con todos sus negativos, esa policía era quien mantenía a raya a la delincuencia común, y desde su desaparición la incidencia delictiva, sobre todo los robos y la violencia familiar se disparó a niveles preocupantes.
Ojalá y que se concrete ese proyecto.
ASI ANDAN LAS COSAS.